viernes, 21 de febrero de 2014
Todos sabemos que en Estados Unidos los hispanos —especialmente los indocumentados, pero no solo ellos— viven en circunstancias precarias. Además, un nuevo reporte de la organización Human Rights Watch tiene unas estadísticas alarmantes sobre los niños.
Medio millón de menores hispanos trabajan en el sector agropecuario, en el que es más común que estén bajo horrorosas condiciones de trabajo. Niños con menos de ocho años laboran en los campos recogiendo frutas antes y después de la escuela.
El periódico mexicano Reforma conoció a María, de 12 años, en Virginia, a unos kilómetros de Washington, y su historia es desoladora. María es hija de padres mexicanos y tiene la ciudadanía estadounidense, pero su vida está lejos del ideal que tiene cualquier niño del mundo, en especial si se tiene en cuenta que vive en el país más rico del planeta. “A pesar de que me trae problemas en el colegio, tengo que trabajar. No tengo tiempo de hacer las tareas porque una vez se termina la escuela tengo que ir directamente al trabajo. En el verano trabajo todos los días. Empiezo antes del amanecer y regreso a casa a las ocho o nueve de la noche. El verano es muy caliente y me da mucha sed. Los capataces nos obligan a comer rápido y, si nos sentamos, nos insultan”, explica. Sus hermanos y hermanas están en una situación similar
Es vergonzoso que en Estados Unidos se acepte que un número tan alto de niños estén trabajando bajo estas condiciones, sobre todo porque va en contra de los principios por los que dicen luchar. El secretario de Estado, John Kerry, denunció en junio, en el Día en Contra del Trabajo Infantil, que en el mundo 200 millones de menores son obligados a trabajar. Pero como subraya Reforma, medio millón de esos infantes trabajan en su propio país. De hecho, y es bueno nombrarlo, la mayoría lo hace en las grandes compañías que proveen melones, moras y fresas baratas a los mercados estadounidenses.
María es, desafortunadamente, solo una de las miles de niñas trabajadoras en Estados Unidos. El reporte de Human Rights Watch tiene ejemplos de menores de ocho años que trabajan, de jóvenes mujeres que sufren de abortos debido a las duras condiciones de trabajo y a la exposición a pesticidas, y, claro, de todo tipo de problemas de salud, especialmente en la espalda.
La inmensa mayoría de estos niños y adultos que trabajan bajo estas condiciones laborales son hispanos, y la mayoría de las veces tienen miedo de denunciar por temor a quedarse sin el dinero que ganan. Por esa misma razón, la población hispana que habló con Reforma pidió el anonimato.
Estela, otra inmigrante que trabaja en Idaho, explicó al periódico que está tan afectada por las duras condiciones laborales que ya no puede trabajar. Ahora, su familia tiene que laborar aún más duro. “Mi esposo y mi hija mayor se van a trabajar todos los días antes del amanecer. Nuestra niña menor va directo de la escuela a los campos”, cuenta. Norma Flores, presidenta de la Coalición en Contra del Trabajo Infantil en Estados Unidos, califica la situación de extrema y de difícil solución.
¿Qué se puede hacer para solucionar esta práctica? Bueno, el problema tiene dos lados. Primero, el Gobierno estadounidense debe hacer en casa lo que predica en el mundo. Es altamente hipócrita que los políticos intenten combatir el trabajo infantil en el tercer mundo, mientras que lo aceptan en su propio territorio para tener productos más baratos en los supermercados. Segundo, las familias hispanas que residen en Norteamérica deben unirse y protestar contra este círculo vicioso. Si los niños sacrifican el estudio para hacer dinero, es probable que queden atrapados en esta labor incluso cuando sean adultos. Entiendo perfectamente que no es una solución fácil, pero es necesario empezar este proceso.
Posdata: no olvidemos que el trabajo infantil es un gran problema en toda América Latina.
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