SER O NO SER
La persona que ama a la verdad (o a la decencia, al respeto al bien, etc.)
nunca jamás se deja enamorar por mentiras, nunca jamás se
deja ilusionar por falsas promesas, nunca jamás se deja guiar por
dobles morales y nunca jamás se deja convencer por sinrazones.
La persona que ama a la vida sin promover daños a la
misma vida (sea la suya o de quien sea) nunca jamás escucha mensajes que
confunden a “los valores correctos de la vida” o a la equilibrante racionalidad
de la sociedad; por eso, rechaza los mensajes irracionales,
irresponsables, superficiales, vendehúmos, cobardes o no ayudadores de quien es
siempre estrictamente racional. ¡Exacto!
La persona que ama a la sensibilidad auténtica (con
respeto al mundo o a su bien) nunca jamás sobreprotege una valoración
falsa (por muchos adeptos que tenga) consistente en un siempre imponer
privilegios estéticos o en un terquísimo limitar libertades (a otros) de
dignificarse a las palabras que sensibilizan y que, en libertad necesaria, se
sensibilizan. ¡Obvio!
La persona que ama a la política (o a la idónea
gestión de los recursos públicos y comunes de un pueblo) nunca jamás
atiende a extravagancias-conveniencias que insultan a la realidad,
¡cierto!, nunca jamás atiende a populismos, a demagogias, a despotismos, a
sueños estúpidos que engañan “por defecto”, a élites que sólo obedecen a élites
o a prepotentes “que no escuchan” a nadie.
La persona que ama a la Naturaleza (pero cada segundo
de su vida) nunca jamás acepta o alienta una contaminación contra la
Naturaleza, nunca jamás olvida lo natural de todo (esté en donde esté), nunca
jamás abandona o frivoliza a lo que es natural, nunca jamás reniega de lo
que es natural “por una estética, por una egoísta rentabilidad o por otra cosa”
y nunca jamás promueve lo artificial en una insensata prioridad. ¡Así es!
La persona que ama al bien, en claro, absolutamente
siempre es la que ama a la verdad, sí, que ama a la verdad en camino
sólo de verdad, sí, a ultranza apoyando a la limpia racionalidad que
siempre se haya que decir-difundir sin cesar, sí, y nunca “estetizándole” o
blanqueándole a la sociedad una verdad en y por consecución racional (porque no
sea ya verdad) ya que, en dignidad de bien, hay que dar al fin la
verdad depurada de mentiras, de idioteces y de falsas inteligencias tan
dominantes hoy en día en esta farisaica sociedad. ¡Obvio!
La persona que ama o siente a algo nunca puede tratar
con mal aprecio o con irracional-irresponsable cuido o con la punta del pie a
ese algo. Sí, es de biennacidos el así entenderlo.
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