El razonar implica decir –porque se ha de decir o comunicar– dos efectos: el decirte que has hecho algo correcto (el enamorarte de tu esposa) o el decirte que has hecho algo mal (el maltratarla después); por lo tanto, el realizar la razón tan sólo significa ADVERTIR el acierto y también el error (y el decirlo guste o no, eso, he ahí la... crítica: capacidad de discernir).
La crítica racional, el advertir errores y defectos –discernidos de lo correcto–, nunca se construye –se prepara- al gusto o al interés parcial –o sea, no es un eludir algo o un adornar–, sino exige que no se cometa más cierto error no descontando que, por haberlo ya hecho, se ha de aplicar las correspondientes leyes o punición ética.
Así es, la crítica o la autocrítica únicamente detiene a lo que es el error; pero cualquier error,
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En claro, no vale ese sucio “Hazme una crítica de que maltrato a mi esposa, pero con educación y respeto, con ese... gustillo, ya teniendo a mi favor de que eso está bien visto en mi pueblo” y sí vale, en protección, en autoprotección y en coherencia, las descalificaciones que son propias de ese hecho además coercitivo a la correcta exigencia ética.