miércoles, 24 de febrero de 2010

SOBRE RESPETO
Exponer y luchar contra injusticias no puede ser de ninguna forma ética una “falta de respeto”; porque, si no, nadie podría hablar, ni conocer nada, ni aplicar una crítica o protesta a nada, ni avanzar o progresar en nada. Por lo tanto, denunciar -indignadamente o contundentemente- a los orfelinatos chinos, no, no es una falta de respeto a China; denunciar la lapidación de Irán no es una falta de respeto a Irán; denunciar a especulación inmobiliaria de España no es una falta de respeto a España; denunciar el continuado belicismo de Estados Unidos no es una falta de respeto a Estados Unidos; denunciar la contaminación del Mediterráneo no es una falta de respeto a todos los países mediterráneos; denunciar a un gobierno corrupto del país que sea no es tampoco una falta de respeto.
Así es, el respeto -a algo que todos recurren cuando no les favorecen hechos o expresiones- es lo que más complejo en subjetividad se ha enraizado por los intereses individuales y sociales a través de la historia. Sin embargo, lo que es de común entendimiento es que el respeto va unido a la dilección, al bien; pero, como tantos se creen hacer el bien, sólo es el bien de los HECHOS el que puede ser probado, ése que va en consonancia con los hechos, en una veneración a hechos ejemplares o a normas hechas justas (derechos). Sí, el verdadero respeto es el que tiene en CONSIDERACIÓN -en cuido por unos principios éticos- las condiciones y derechos de los demás; respeta de verdad quien considera o tiene una atención -un miramiento en igualdad y en dignidad- por las injusticias que pasan “inhumanamente” otros seres humanos.
Claro, ahí sobra el egoísmo, la indiferencia, la intolerancia y la impunidad. Se falta el respeto en una desconsideración de los derechos cívicos y legales del “otro”: el de su condición natural o genética, el de su libre expresión, el de su libre sentimiento religioso, el de su libre preferencia ideológica, el de no ser engañado -manipulado- informativamente, el de no ser juzgado arbitrariamente, el de no ser etiquetado por rumores, el de no ser calificado en contra a sus hechos (descalificación), etc. Y no valen represalias, no valen censuras, no vale ni un sólo desmerecimiento para cada uno de sus esfuerzos (siempre tenidos en cuenta; por ejemplo, no es lo mismo un delincuente que quiere reinsertarse en la sociedad que otro que no quiere hacerlo, pues la dignidad sólo se mide por suma de méritos y de esfuerzos, nunca del ignorarlos).
Sobre el deber ético de los medios de comunicación:
Un medio de comunicación pública -aunque éste fuera de financiación privada- es irrebatiblemente un medio de INFORMACIÓN y, por esa precisa razón, nunca debe sobreproteger una cerrada tendenciosidad en la información, es decir, sobreproteger a alguna ideología de hechos y, además, de manera expresa -algo que lo hace sectario-; porque no da cabida a la pluralidad -al derecho de réplica y al derecho de defensa de las alusiones a las cuales, asimismo, tiene derecho el tenerlos en consideración ése que está siendo informado-. Eso es lo que ocurre en algunos programas de las televisiones digitales que ya se politizan hasta la médula, que ya se cierran de tal extremo que toda información se carga de intencionalidad hacia una única dirección, depurando los hechos y las verdades hasta convertirse en un obsesionado “acoso y derribo” a algo, sin el sentido crítico hacia todas las direcciones que debe corresponderles, sin llevar a sus tertulias a todos los representantes de las diversas ideologías y sin ninguna contención a los que siempre son aludidos y que siempre están -de sus programas- ausentes. Por eso tienen tanta “soltura” en desparramarlo todo, porque -en facilidad- no encuentran enfrente la fuerza de contención de la réplica, de la contraargumentación, del contraste (lo único que hace madurar a la sensatez).
Un medio de comunicación pública, comoquiera que se presente, informa y no puede estar exento nunca de un juego limpio o de una conducta ética, de una pluralidad de sus “fuentes”, como nunca tampoco de cierta decidida reticencia -muy necesaria- ante cualquier rumor o ante cualquier propuesta sin fundamento real; y más si es el obseso dirigismo o el exclusivo interés de unos pocos.

viernes, 19 de febrero de 2010

FRENTE A LA CRISIS
.Esta crisis ha tenido causas y efectos globales; por eso, ningún gobierno debe ser estigmatizado como el único responsable o... culpable. Sí, desde luego, la crisis se hubiera realizado, en ese descontrolado sistema financiero de créditos fáciles y sin expectativas, inevitablemente con un gobierno o con otro, bien con una tendencia ideológica o bien con otra; pero ahora, ésas tendencias que no han estado representadas gobernativamente, algunas, se lavan las manos o se aprovechan sosteniendo que, si hubieran gobernado, no hubiera pasado tanto o... casi nada -lo que es incierto-.
Pero, sobre todo ahora, se trata de salir de tal recesión, no, no de sembrar más desconfianza, más crispación o gratuitos enfrentamientos que conducen a esa misma desconfianza.
Un gobierno para conseguir vencer esta crisis, como algo primero, ¿qué debe TENER?, ¿con qué elementos debe contar? Pues con tres:
― La colaboración de los demás partidos políticos; en cuanto que si un partido no está en la labor de ayudar -con verdadera voluntad-, sus partidarios en el “mundo financiero” o empresarial no van tampoco a hacerlo de una manera suficiente.
― La colaboración de la Banca para que permita los necesarios créditos que es precisamente lo que más se demanda para solventar seguimientos laborales o de inversión.
― La colaboración máxima de los ciudadanos; de éstos mediante la concienciación de que deben esforzarse, de que nunca va a haber una eficaz solución -o caída del cielo- sin eso.
Por otra parte, un gobierno, ¿qué debe HACER? Para contestarlo, se debe comprender qué pasa realmente en una economía de crisis, me refiero a ¿dónde está la primera carencia para que la actividad económica no se oxigene o no fluya? Sí, esa carencia está en el mínimo poder adquisitivo del mismo dinero, pues gran parte de él ya es un dinero convertido en deuda, también, que no se adquiere por falta de trabajo o de producción unido a que ni siquiera lo facilitan los bancos porque, éstos, consecuentemente desconfían por el haberlo dado de tal manera tan a la ligera para unos frustrados resultados, en gran rentabilidad. Por ello, es la inmovilidad del dinero lo que más perjudica a una economía de crisis: el dinero no se mueve, el dinero está "ya gastado", el dinero no se consigue, el dinero falta, y el dinero -por prevención- se ahorra, no se utiliza para algún riesgo que supone cualquier salida económica. Claro, ahí los que sufren son el consumo y la inversión, por lo que se desencadena más desempleo, más deuda.
Así que el gobierno no debe alimentar cierto gasto público -el no imprescindible- que, en definitiva, es más dinero inmovilizado, “malperdido” o consumido en aceras o en obras innecesarias precisamente ahora y no en la actividad económica demandada -ésa competitiva que no se debe desproteger- , no en lo laboral a un más seguro plazo.
Para que los ciudadanos vuelvan a tener ese poder adquisitivo del dinero y para que éste sea activo -en el consumo y en la inversión- diariamente, sólo existen dos medidas directas: que paguen algo menos de impuestos -y así lo tienen- o que se les facilite tal dinero mediante créditos o mediante un acceso más fluido -más flexible, lo que requiere algunas renuncias por todas las partes implicadas, al menos de un modo circunstancial- al mercado de trabajo. En cuanto a los créditos de dinero, si un gobierno no cuenta con la colaboración de las entidades bancarias, y esos créditos son tan imprescindibles -que los son-, a lo que sí podría recurrir es a sólo una o a unas que se comprometan a hacerlo mediante sus correspondientes o estipulados beneficios.
Además, estas dos medidas ayudadas con unas ventajas fiscales para la pequeña empresa y para el nuevo empleo, o subvenciones, y una rigurosa lucha contra el fraude fiscal (paraísos fiscales) y contra la economía sumergida.

martes, 9 de febrero de 2010



Todo el mundo dice que no manipula, todo el mundo dice que no se corrompe, todo el mundo dice que no es responsable...; entonces, si la sociedad siguiese aceptando eso, nada habría que cambiar (aunque, los que cambian eso, son los que conciencian lo contrario).
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La sociedad es condescendiente de lo injusto con sus vicios y con sus errores a través de las costumbres, y es también un resultado de manipulación que los poderes predominates con sus intereses injustos han establecido; por eso se ayuda SIEMPRE -directa o indirectamente- a lo más mediático, sí, a lo más simpáticamente -en falsedad- vendido, y seamos claros, a lo más HdP, a lo más irracionalmente manipulador porque todos los recursos -en manos de eso- trabajan para eso.
PARA ALGUNOS SINVERGÜENZAS:
Nunca me ha beneficiado lo que de bien he hecho, ni lo que de bien he dicho; por lo tanto, nunca he utilizado a nadie para mis propios intereses, ni he jugado con nadie en confusión, en manipulación o en engaño.
Nunca, infinitamente nunca, en toda mi vida he tenido un proceso judicial -ni siquiera una acusación- por robar, por matar, por violar, por maltratar, por engañar -o estafar- o, ni aún menos, por denigrar a alguien. Así es, en eso estoy tan limpio como el agua transparente de un río (y... pregunten a cualquiera que, en persona, me conozca). Por lo tanto, en evidencia, a algunos les mueve sólo la intolerancia, la mentira y el odio. ¡Que les aproveche!

lunes, 1 de febrero de 2010

DEL “A TODA COSTA”, JUSTO LO CONTRARIO DE MI CONDICIÓN

En coherencia -demostrada con todos mis hechos-, “a ninguna costa” he defendido siempre algo no ético, lo que va en contra de unos principios éticos.
Como base, el que practica “el todo vale” o el “a toda costa” no tiene capacidad de la renuncia (y, por mi parte, son incontables renuncias las que realizo día tras día), se vale de lo injustificable éticamente en lo objetivo (algo que no me lo pueden demostrar), se beneficia de la sistemática adulación o del consentimiento (justo lo contrario de lo que se evidencia en mí), recurre a la censura o la intolerancia (y yo no censuro a nada en su mínima dignidad) y se adueña -para ostentar poder- de todo medio o recurso público sin reticencias en su codicia (y, por mi parte, son únicamente recursos míos, de mi naturaleza o de mi condición, los que utilizo).
Bien, muchos sí, en España, viven a costa de cientos de recursos públicos (y ese enriquecimiento, sin ningún escrúpulo, de la la especulación inmobiliaria a costa de los más débiles -claro, inmigrantes la mayoría-, no se ha dado en ningún lugar del mundo), a costa de la mentira, del uso de datos privados y de esfuerzos de los demás, del no tolerar cualquier libre de expresión y a costa del favoretismo -o del tráfico de influencias-.
Al que nada se le da, ahí, primero lo que científicamente se puede probar es que, el portador de esa nada conseguida, no ha aplicado el “a toda costa”.
Otro asunto: Nunca he tenido un proceso judicial por insultar a alguien; así que, por mi honor, nadie puede dar por sentado que yo insulte. En consideración de que a un asesino hay que llamarle asesino -o a un depravado un depravado- y, también, de que todos los que han hecho avanzar a la sociedad, en sus protestas o en sus disconformidades, han insultado (y, en esencia, es derecho vital o ético el sentido de asco o de enfado o de indignidad, el poder decir “¡qué puta vida!, ¡qué HdP es eso! -¿quién DICTA el no poder decirlo? y ¿hay que pisotear a quien lo dice?-, “¡mierda de gobierno o de sistema injusto!”, etc., ¿para qué vienes a la vida si no es para arrostrar esas honradas o decentes repulsas?).
Sí, hasta la Biblia está llena de insultos. Sin embargo, si a una persona en concreto con una alusión injustamente le he insultado, y ya de verdad pudiera así haberle humillado con un insulto -en su veraz contexto gestual o presencial-, lo que dudo, pues le pido perdón; dándole mi palabra de que no es ese mi proceder o mi camino.
Igualmente, existen enlaces en Internet -de hace tiempo de foros, que se han elegido "entre tantos mejores o más llenos de contenido"- que me denigran, que no son publicables pero que se utilizan como publicables, "a la fuerza" y -ganando algunos- en alusión -de daño- siempre para mí.