domingo, 24 de octubre de 2010

ME REPUGNAN VUESTROS "BUENOS"

Ante tanta hipocresía y falsedad sólo dependiendo de los todopoderosos hilos de la IMAGEN y de la PALABRERÍA (donde se apoya hasta el último de los que manipulan), prefiero "las personas malas" pero siempre haciendo hechos buenos con estricta honradez que, "las personas buenas", pero a costa del desvergonzado chovinismo -de "alma vendida" o incondicional- y del buen papel de teatro (esencialmente determinado en la pasividad y en la conveniencia, dejando pasar -sin contraposición activa o responsable o ética o ya "de verdad" o "de corazón"- una u otra injusticia); sí, esos buenistas que sólo calientan la cama a los elogios y al "me trae cuenta", esos del imprescindible escenario especulado más siempre publicitado, de la imparable vanidad, de la inevitable máscara y, en mentira total, de lo mediático; sí, esos que únicamente piensan en ellos, en sí mismos, por sus egolatrías, por sus grandes y pequeñas mentiras rentables y por sus sinrazones impuestas -sin un ápice ni rastro de ética- pero, además, por sus juegos sucios moviendo o preparando influencias para tener poder o para recibir premios, por sus ligerezas bien montadas, por sus libros (que dicen que a miles son buenos, ¡ya!, ¡qué mal dejan a Cervantes con apenas uno!, ¿no será que toda imposición -claro, puesto que no permiten otra cosa- les conviene para aligerar negocio a costa del sufrimiento y de la dignidad de los demás), y también, por último, por sus grupos "de amiguismo o de poder" (pero ¿cuándo Darwin tuvo un grupo mediático-peloteísta para sustentar su razón en eso?; él, a lo que se dedicó es al... saber, y demostrando, ¡eso ya sí es, a total honradez, ética!).
Buenos, con esos montajes mafiosos y astucias, nunca lo son; pero, destructivamente -para los valores éticos y, objetivamente, alimentando los mecanismos de la injusticia- son capaces de parecerlos, jugando así con el mundo para sus exclusivos beneficios.

martes, 19 de octubre de 2010

EL PUEBLO QUE SE ESCONDÍA DE SÍ MISMO


Había un pueblo como son todos los pueblos del mundo: con cierta vecindad que se llevaba bien y otra que no, con sus costumbres, con sus rutinas y, también, con un progreso o madurez cultural conseguida. Ese pueblo funcionaba, como he dicho, mínimamente como cualquier otro pueblo pero, unos años antes, casi la mitad de sus conciudadanos habían ajusticiado por linchamiento a un niño homosexual y lo habían enterrado en una cuneta, debido sólo a una concepción religiosa muy errónea que a él lo consideraba “poseído por el diablo” o... maldito. Eso, claro, creó una confrontación de enemistad con la otra mitad que no estaba de acuerdo y se vivieron años, la verdad, muy conflictivos; sin embargo, como los que habían cometido esa barbarie, precisamente eran los que poseían los poderes fácticos, “la vida seguía” para todos y tal hecho, por tal motivo, se olvidó en mucho como un problema ya escondido o echado al lado para no verlo por vivir, mientras, como sea.
Sí, llegó el momento que el pueblo se abrió a la comunidad internacional y ahí, con una equidistancia, había un rigor sobre los derechos humanos o por el interés general del mundo, ciudadano a ciudadano. Entonces, en el pueblo saltó la preocupación sobre lo que había ocurrido, era lógico, su historia no podía excluir uno de sus hechos por la justificación miserable de “hay que seguir sin abrir heridas” pues, su alcalde, así lo dijo:
– “Van a crear división, volver al pasado del odio, esos que no quieren el bien del pueblo y no mirar sólo hacia delante en la dirección que a nosotros nos gusta” (se refería a ese dirigismo que se impuso).
Al instante, ante esas palabras, una voz sensata le respondió:
– “Señor Buenista -que era el nombre del susodicho alcalde-: Arreglar las cosas siempre crea división y no se puede recurrir a no arreglarlas para que no se cree división o por tal miedo. Y eso que hay que arreglar y reponer es la dignidad de aquél niño que aún sigue enterrado en una cuneta, lo más pronto en vergüenza o en responsabilidad, hacer ese arreglo de no tenerlo aún como un perro o sin dignidad, sin que usted ni otras posiciones miserables lo utilicen para más dirigismo, olvido interesado -a una parte- o justificaciones injustificables”.
Cierto, era lo justo para el inocente niño, pero el alcalde repetía, como un disco rallado, lo mismo:
– “Van a volver a las viejas heridas, y ya el mal malísimo del pueblo volverá sólo por esos traidores del perdón y del esconder lo feo para el bien de la gran imagen de este pueblo sencillo de personas que maravillan y que obedecen a lo más divino..." (a esta demagogia facilona le sacó una buena tajada, pues volvió a ganar las elecciones, paradójicamente).
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domingo, 17 de octubre de 2010

¿QUÉ ES UN VALOR ÉTICO?


Un valor, sea o no sea ético, es “algo que tiene una importancia” porque “nuestra voluntad se la ha dado” por uno o por otro motivo, o por una u otra causa (costumbre, educación, prejuicio, presión circunstancial o social, etc.), y sirviendo para algo (para intereses de Estado, económicos, religiosos, sociales, individuales, etc.); por lo que, concebido de una u otra manera por la voluntad -manipulada interesadamente o no-, siempre protege a algo más o menos minoritario o mayoritario: de uno, de unos, de pocos, de muchos, de casi todos, de todos y, también -si es un bien natural-, de esto o de todo.

En cambio, un valor ético ya tiene una pretenciosa finalidad constante, o determinada ante cualquier causa porque se ha considerado o demostrado racionalmente que es imprescindible para todos, por encima de los intereses que “temporalmente” se muevan en la sociedad.
Conque es un valor que sirve al vivir común y al convivir mejor de todo y de todos; ciertamente, ya es algo que se aleja de la manipulación -en una renuncia propia y social- porque concierne únicamente a la conciencia del ser humano por una lealtad a una coherencia de la responsabilidad constante que ha de tener -siendo, así, equilibradamente beneficiosa- en toda su vida.

¿Cómo distinguir un valor ético del que no lo es?

Se ha aclarado que un valor ético ha de ser “del bien común” o beneficiar a todos; pues bien, para que eso sea posible, cualquiera o todos deben tener las capacidades o las cualidades que realmente lo alimenten; quiero decir, como es “del bien común”, en responsabilidad todos deben poder desarrollarlo. En pro de eso, evidente es que el valor ético radica no más que en las propiedades “connaturales” de todos los seres humanos, sin excepción o indiscriminadamente.
Ahí está la primera infalible prueba, la amistad todos la pueden desarrollar, nadie, absolutamente nadie es ajeno a ella ni, aun, tiene una total incapacidad para no cultivarla. En efecto, siempre en algo, la amistad, el amor, la sinceridad, la comprensión, la solidaridad, etc., “son de todos “o todos pueden alimentarlos (con más o menos ayuda de los poderes fácticos y educacionales).
Por el contrario, “ser rico” no, nunca, es un valor ético en cuanto que siempre, para que haya un “ser rico”, por obligado ha de existir un “ser pobre”; a ver, es una cualidad por “tener” lo no “connatural” que se sustenta, en verdad, en que “el otro no la tiene”.
No nos engañemos, “explotar”, “mandar”, “recibir”, “ordenar”, “callar”, “dirigir”, etc. imponen estados de privilegio -muchas veces de superioridad- que siempre excluyen a otros; y no, nunca, “pedir” -a todos-, “proponer” -a todos-, “mirar” -a todos-, “convencer” -a todos-, “razonar” -a todos o contando con todos-, etc. Para estos tiempos del “todo vale”, precisamente acabo de aclarar – a todos y contando con todos- lo que es... “verdad”: razonar sin excluir o ningunear el razonar -o la contraargumentación- de nadie.

Y, dicho eso y por último, ¿qué es un principio ético? Pues el ponerle “un principio de vida” (un “origen de donde partir”) o un lema a tus acciones de un valor ético en concreto; de “verdad” sería “un amor o un defender la verdad”, de la “honradez” sería “aceptar sólo un merecer justo”, del amor sería “sé bueno y no mires a quién”, de la “tolerancia” sería “vive y deja vivir”, de la “amistad” sería “considera lo que te ha dado y perdona sus defectos”, de la “solidaridad” sería “comprende primero la necesidad” -porque no haya un irresponsable derroche-, etc. Por supuesto, un principio es empezar, no llevarlo “de palabra” a la radio para que quede de adorno como “el que no sabe de la cosa”.

Sobre todos los valores éticos, he de señalar lo más importante, esa base que los esencializa, que los virtualiza para que cada uno sea coherente con los demás: es el "reconocer". Si no se reconocen a esos valores mismos pues, sin más, son interesadamente no éticos. Si no se reconoce la dignidad de todo lo que vive, en efecto, es imposible que se le practique algún valor ético. Si no se reconoce al que demuestra, el valor de la "verdad" es humillado y humillada "la verdad del amor", "la verdad de la solidaridad", etc. Si no reconoces un hecho en concreto, ese hecho siempre recibe por ti un desprecio -de que exista como todo- y, asimismo, una miserable negación de la realidad. Si no reconoces a tu padre, imposible es que puedas ser honesto con cualquier otra dignidad.
Uno u otro valor nunca se pueden utilizar para excluir a los otros; sin duda, por cuanto que un dictador podría alardear de practicar mucho el valor de la "amistad", cierto -a conveniencia-, pero a costa de los otros valores y, así, negándolos.

martes, 12 de octubre de 2010

A LAS CLARAS:

Un señor dice -quizás contagiado por al crisis que hay de espiritualidad y de intelectualidad- que él se ríe de todo.

Pues bien, a ese respecto, sí, no se pueden defender unos valores éticos ni aun reconocer o exigir una u otra responsabilidad sobre los hechos -o sobre las acciones- si, al mismo tiempo, te ríes de cualquier ética o de cualquier imprescindible responsabilidad -porque se alimente la barbarie y la impunidad-.

Y, también, si se ríe de sí mismo él, claro, no respetándose siquiera a sí mismo, ¿cómo puede respetar algo a los demás?

Pero, por el contrario, otra cosa muy distinta es el buen sentido del humor que, en inteligencia, resalta críticamente la ridiculez de algo, ya de algo, de esto o de aquello -por su idiotez, por su inutilidad o por su cara dura o despropósito inconcebible-; y no, no que rebaja todo al desprecio mismo en una rasa o nula desvalorización -lo cual niega cualquier dignidad en su desconsideración de unos diferentes esfuerzos y de unas precisas buenas acciones-.

Lo que ocurre es que, ése que es miserablemente frivolizador de responsabilidades para nada y de dignidades ajenas para negarlas y para sólo destruir lo cívico, además de reírse de todo por zafio truco o por desvergüenza, "se cree, con ello, que todos son de su igual condición"; es decir, ahí, a todos los rebaja... en sus honores, en sus "sacrificios personales" y en lo que han demostrado toda la vida respetando un valer o cierta autoridad ética, a la misma altura rasa de su “cacao mental” o de su misma miseria; ¡qué fácil!

¡Qué fácil es destruir!, y siempre; cuando Jesucristo agonizaba llevando la cruz, muchos o una gran mayoría se reían pues, conseguían así, destronarlo “de un sólo plumazo” de su tan pura grandeza moral para al fin rebajarlo humillantemente –¡por envidia!- a lo que ellos eran de miseria espiritual y, también, para al fin no tener una autoridad moral, una, porque les reprobara el que lo justificaran todo, sus engaños y sus crueldades.

sábado, 9 de octubre de 2010

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Las autoridades chinas tienen a una quinta parte de la población del mundo perfectamente bienedudada para que digan lo que han de decir, sin que les ofenda y sin que les insulte nada -al igual que ocurre en muchos otros países-; he ahí la infinita subjetividad de quien utiliza el término "bieneducado" como arma para quien sea, para éste o para aquél -algo tan intolerante, sí, que hasta dan ganas de vomitar-.
Sólo las personas como Liu Xiaobo, que malaeducamente en un manifiesto descalificó de dictadura -y, por lo tanto, de dictadores- a los que siguen un régimen que tanto oprime las libertades, son en este mundo valientes -porque la valentía va en función al poder de quién te enfrentas-, valientes de verdad.
Para China, Liu Xiaobo sigue siendo un ser, en desprecio, obsceno y demasiado insultante.

martes, 5 de octubre de 2010

tras "quinientos mil desaparecidos y un millón de desplazados":

"por mano propia"
Cuando el linchamiento se judializa:
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SOBRE LA INTIMIDAD



El primer derecho o el derecho base de un ser humano -aparte al del vivir mismo- es, sin duda, el de comunicar -que para eso es un ser animado y racional- "lo que forma parte del mundo": lo que pasa en la naturaleza, lo que pasa en la sociedad y lo que les pasa a los seres humanos.

Dicho eso, la imagen -que se ha utilizado irremediablemente siempre- es un testigo real de lo que pasa, es la comunicación imprescindible y es, además, una información, sí, imparcial o convincente de "lo que contiene" lo real; pues está en un hecho cualquiera y... lo muestra, lo demuestra (la imagen demuestra ya por sí misma).

Bien, entrando a fondo, estrictamente tu intimidad, eso, es sólo lo que tú no quieres que se conozca -si no, no lo sería-, y... por nadie. Cierto, si la imagen fuese estrictamente intimidad, ya la identificación, la más veraz documentación, la información -en su amplitud o en su plenitud, sin quedar a medias, directamente de lo humano o de lo social en sus injusticias- o el conocimiento mismo, no existirían. Claro, ¿cómo conocer la realidad si tan siquiera puedes verla?

Pero seamos sensatos, decir "voy a mostrar o a demostrar la realidad" es, asimismo, el mostrar sus imágenes, sólo el remitirte ineludiblemente a ellas porque son "de la realidad".

Y se ha confundido, sobre esto, mucho.
En claro, la imagen NO ES POR SEGURO INTIMIDAD, sino sólo lo que tú -sin alguna imposición- consideras como tal, eso que es nada más que de ti, de tu incumbencia; pues te pertenece sólo a ti o es -sin que sea de prioritaria necesidad social- tu... privacidad, la tuya.
Ahí, en la intimidad, en lo que es tuyo porque lo consideras y lo demuestras sólo tuyo, no cabe excepción, sí, no cabe una imposición, ahí lo que tú sólo has decidido es... lo íntimo: ciertos sentimientos, ciertos pensamientos, tu desnudez, el cómo duermes o el cómo realizas ciertas acciones únicamente por tu interés.
De forma que tu rostro es tu imagen, pero no es por seguro tu intimidad; de forma que tu vivienda forma parte de tu imagen, pero no es por seguro tu intimidad; de forma que tus pantalones forman parte de tu imagen, pero no son por seguro tu intimidad; de forma que "lo que ya hayas dicho" forma parte de tu imagen, pero no es por seguro tu intimidad; de forma, también, que un acontecimiento en el cual has participado forma parte de tu imagen, pero no es tu intimidad.

Más claro aun: Si tu rostro fuese estrictamente intimidad, entonces, porque asentado está que sólo tú decides lo íntimo que para eso es tuyo, sin excepciones y sin que nadie o alguna regla imponga lo contrario -ni tan siquiera alguna autoridad-, tus fotos en unas u otras documentaciones identificativas formarían parte, en evidencia, de acciones delictivas, o sea, de acciones que objetivamente te vulnerarían la intimidad.
Es eso, pues, un "camino de locos"; ya que tu imagen no es por seguro tu intimidad, sino es algo mostrado -social- que siempre exige, digamos, no pasar ciertos límites éticos; por cuanto que contiene -sí- una porción innegable de tu intimidad en su contexto de familiaridad o de círculo social, el cual fue decidido sólo por ti -sin que eso te lo elijan- y, claro, tu imagen no puede ser desde ahí utilizada para otro contexto o para otro círculo social o para una particularidad -con unos beneficios suyos- que se te imponga.
Exiges, por lo tanto, que no se aprovechen de lo que es... algo, sólo algo, de tu intimidad.