martes, 3 de agosto de 2010

EL USO DE LA LIBERTAD

Cualquier ser humano establecido en cualquier sociedad tiene una cota de libertad (las acciones que puede hacer y las expresiones que puede manifestar y, asimismo, unas imprescindibles posibilidades por difundirlas -en una realizable libertad pública o social- que depende de sus recursos).
Bien, teniendo esa libertad, la que sea, al mismo tiempo que la ejercita es responsable -como autor- de ella, por unas inevitables consecuencias que se determinarán en el entorno en el cual viven otros seres humanos. Así es, en evidencia una sociedad es un conjunto de libertades individuales que configuran -en una justa comprensión o tolerancia de ellas- los logros de tal sociedad y, también, sus prejuicios o sus errores.

Luego, sólo con los resultados del uso de la libertad un pueblo es más justo, es más progresista, es más libre; en definitiva sólo, por medio de ese uso, demuestra o no si posee unos sólidos e incorruptibles principios éticos.
Ahí no hay trampa, el pueblo es lo que demuestra con la utilización de sus libertades, a sabiendas de que cada libertad incide en las demás en promover la responsabilidad ya desde una conciencia individual por dar -primero- un ejemplo porque se cumpla esa responsabilidad en el entorno. Eso es, el buen uso de la libertad empieza por uno mismo, en discernimiento, no en aceptar o en seguir cualquier uso erróneo que otros -siendo más o con un engaño o cierto chantaje- te ofrecen; pues es uno mismo, la conciencia de uno, lo que ha de luchar por unos valores éticos siempre en coherencia con lo que se decide (por encima incluso de una concepción de libertad inculcada -sin contrastación racional o sin autocrítica-, y que es siempre... parcial, ya sea cultural, religiosa o ideológica).

No, no se trata de cambiar el mundo, de que te vean de tal o cual forma -porque te favorezca un escaparate de unos u otros intereses creados-, ni siquiera de que te bientraten o te maltraten, únicamente -a lo honesto- de advertir si ese uso de la libertad es el que se ha de realizar porque se siembre responsabilidad en el lugar o en la sociedad que te ha tocado vivir; y eso ha de ser defendido contra viento y marea, antes, por ti mismo ya signifique apreciaciones o denigraciones por los demás.

Pese a todo, el bienestar, la justicia, la paz y el progreso -útil al mundo- dependen siempre del buen uso de la libertad; es cierto que los que mandan -o los que tienen más recursos para difundir lo que piensan- deberían promoverlo, en pro de conseguirse esa cultura. Eso “es de cajón” o es lo más sensato por un equilibrio mental que dure algunos años o bastante; pero, los que mandan y los intelectuales mediáticos, ellos, impiden tanto el hacerlo como el que lo haga, por lo menos -en un dejar hacer o vivir-, otro. Pues, en cuanto se da un sólo respiro, machacan.

Todo es el demostrarlo, no se puede entender que el que utiliza “su todo vale” o sus sinrazones o sus facilismos o sus prestigios interesados se imponga, con ayuda de tantos, ninguneando al que sí demuestra. Téngase en cuenta que demostrar, razonar, explicar o aclarar es lo más difícil que existe -sólo viable por medio de lucidez y grandes esfuerzos, entre los cuales entran renuncias personales a ese fácil o corruptible beneficio social-; entonces, ¿por qué se desprotege y se pisotea? Por su comprensión, ¿cuándo se dará su dignidad? -sería la pregunta más exacta-.