lunes, 7 de mayo de 2012

 PENSAR ES DECIR NO

Durante la pasada manifestación contra los recortes del gobierno de Mariano Rajoy, el 29 de abril, la leyenda de una camiseta resumía el papel de la prensa hoy en día: “Nos mean y la prensa dice que llueve”. Bajo esta divisa resuena el poder de la prensa convencional, la que depende y es sierva de los grandes actores financieros, para atenuar y estabilizar las tensiones sociales. ¿Cómo es posible, en efecto, que ante las calamitosas decisiones del gobierno de turno, se propague la impresión de que aceptamos todo con la resignación del Santo Job? Parecen designios divinos o, por decirlo en términos mitológicos, los oráculos del mundo incondicionado, no contingente, los causantes de nuestro malestar. Padecemos de modo pasivo, sin que nos quede reservada ninguna capacidad de decisión, de influencia en el curso político que nos afecta más allá del voto cada cuatro años.
En la base de la forma en que la prensa interpreta la realidad subyace la voluntad de ceñirse a los hechos, a los datos, a las declaraciones textuales, literales. Las ostentaciones de una prensa objetiva, abiertamente neutral, chocan de modo frontal con el deber de discernir, de enjuiciar que, no sólo la profesión periodística debe atesorar, sino todo ser humano para hacerse acreedor de tal nombre. Recientemente, Pascual Serrano en Contra la neutralidad ha descrito cómo las trayectorias de insignes periodistas se han acompañado siempre de un compromiso y posicionamiento manifiesto ante los acontecimientos. Puesto que no hay mediación sin tergiversación -traduttore traditore-, al menos es preciso manifestar, sin reservas, cuál es el punto de vista que privilegiamos: ¿desde qué prisma abordamos los hechos? Las fórmulas caducas del no comment, por las que pretendemos que los sucesos relatados, sus imágenes hablan por sí solas representan insultos a la inteligencia. Está pasando, lo estás viendo (a través de una selección de cómo hemos de percibirlo). Decía Kafka que la invención del cine constituyó la uniformización del ojo. Del mismo modo, la creencia en el verismo de los medios informativos, donde se separa información pura y opinión, homologa las conciencias tras la ilusión de acceso directo y privilegiado a los acontecimientos. Pero el modo en que ordenan, seleccionan, jerarquizan esas informaciones constituye ya una operación anafórica de tergiversación. Mucho más cuando se escogen palabras dotadas de una carga semántica peyorativa, como es el caso al referirse al “régimen de Chávez”. ¿Por qué no se habla del régimen de los mercados en los titulares? ¿Por qué no el régimen capitalista? ¿La dictadura financiera?
Para el dramaturgo Bertolt Brecht, pensar es decir no; esto es, contradecir lo que las cosas parecen a primera vista; disentir en lugar de consentir. ¿Es la prensa convencional una plataforma de disentimiento? ¿Sirve a propósitos de consentimiento? ¿Enfría las sociedades hasta hacer del cambio y la dinámica social algo del todo imposible, como diría Claude Lévi-Strauss? De hecho, el posicionamiento es inherente a la utilización del lenguaje, ya sea escrito o audiovisual, ya tenga pretensiones de registro automático de lo real -como las imágenes de los informativos- o un aura de asepsia en los artículos de la prensa escrita.
Antonio Fernández Vicente

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